GEOGRAFÍA E HISTORIA
  Las principales portencias europeas en la II mitad del siglo XIX
 

Las grandes potencias europeas

 

En el último cuarto del siglo XIX, Europa es el centro del mundo. Cinco potencias pugnan entre ellas por el dominio universal mediante el despliegue colonial, una decidida carrera de armamentos, y unas complejas relaciones internacionales, que se complicarán aun más ante la aparición de nuevas potencias industriales no europeas, como los Estados Unidos y Japón


1.- La Francia del II Imperio y la III República

espacio1848 marcó el ascenso al poder de Luis Napoleón Bonaparte como presidente de la II República francesa, pero en 1951 dio un golpe de Estado que lo convirtió en Emperador. El II Imperio francés fue una época de estabilidad política y desarrollo económico e industrial. Tras una primera fase autoritaria, el emperador aplicó una política liberal moderada que buscó apoyos en diversos grupos sociales, mientras mantenía una actitud de prestigio en el exterior con intervenciones militares brillantes como la guerra de Crimea contra Rusia y con fracasos estrepitosos como el intento de establecer un imperio títere en México.

La rivalidad con Prusia desembocó en una guerra (1870) que mostró la debilidad real del imperio francés frente al poderoso vecino germánico. En unos meses se produjo una derrota total que permitió a los prusianos unificar Alemania (II Reich). espacioespacioBajo la presión de las tropas prusianas, el pueblo de París no aceptó el gobierno moderado de Thiers y se sublevó, manteniendo durante tres meses en la capital un gobierno obrero inspirado por la AIT, la Comuna, que finalmente fue duramente reprimido y sus dirigentes fusilados.

Se constituyó entonces la III República (1871 – 1940) que, para evitar nuevas rebeliones, tomará medidas sociales, como la jornada de diez horas, el establecimiento de un salario mínimo y una pensión de jubilación. El laicismo en política y en educación se acabó imponiendo en esta nueva fase política de Francia, pero algunos problemas continuaron latentes, como el militarismo, y otros comenzaron a adquirir alarmantes proporciones, como el antisemitismo, según quedó patente en el asunto Dreyfus, militar judío francés al que se acusó injustamente de conspirador y antipatriota.

 

2.-  La Inglaterra Victoriana

Durante el reinado de Victoria I (1837-1901), Inglaterra fue indiscutiblemente la primera potencia mundial.

El liderazgo en la industria y los negocios coloniales, el dominio de los mares, su brillante alta sociedad, su dinámica clase media que aspiraba a emular a la aristocracia, una clase obrera cada vez más colaboradora, ofrecían un espectáculo tan envidiado que las costumbres inglesas se extendieron, al igual que sus productos, por todo el planeta.

espacioSu parlamentarismo era particularmente ejemplar. Dos cámaras y dos partidos turnantes equilibrados por una monarquía cuyo papel moralizante mantenía unido a un enorme y variopinto imperio.

 

El problema irlandés fue la principal sombra en la política inglesa del cambio del siglo XIX al XX. La violencia y las protestas culminaron con la independencia de Irlanda en 1921.

 

3.-  La Alemania Bismarckiana

Después de protagonizar la unificación alemana, el canciller Otto von Bismarck dirigió el nuevo Estado, en teoría federal y democrático, pero en realidad un imperio autoritario y centralista, con predominio prusiano.

Bismarck consiguió que Berlín fuera el centro de la diplomacia europea de su tiempo. Su actividad se orientó a lograr la hegemonía alemana y a evitar la revancha francesa, aislando a esta potencia mediante juegos de alianzas denominados sistemas bismarckianos, respaldados por una política de fuerza o realpolitik. Su mayor logro lo alcanzó con la firma de la Triple Alianza (1882) entre Alemania, Austria-Hungría e Italia.

Frente a este bloque, tras la dimisión de Bismarck, Francia respondió con la formación de la Entente Cordial (1904) con Inglaterra, a la que se añadiría Rusia con la firma de la Triple Entente (1907). De esta forma, cualquier conflicto entre naciones corría el peligro de implicar a toda Europa, como sucedió al estallar la Primera Guerra Mundial.

 

4.- El Imperio Austro-Húngaro

Tras la revolución de 1848 accedió al trono Francisco José I de Habsburgo, emperador que tuvo que afrontar enormes problemas personales y políticos durante su largo reinado.

Para frenar las tendencias centrífugas de las diferentes naciones del imperio se creó, en 1867, la monarquía dual, compromiso que concedía a Hungría una gran autonomía de Austria y poder sobre otras nacionalidades. Checos, eslovacos, ucranianos, rumanos, polacos, serbios, eslovenos, croatas e italianos, que también aspiraban dentro del imperio a una mayor autodeterminación, no consiguieron alterar esta situación.

Tras perder la mayor parte de los territorios del Norte de Italia, el Imperio buscó su expansión en los Balcanes, donde chocó con el nacionalismo serbio, apoyado por Rusia. En 1914 fueron asesinados en Sarajevo el hijo de Francisco José, Francisco Fernando y su esposa, la duquesa Sofía, lo que desatará el juego de alianzas que marcaría el comienzo de la Gran Guerra.

 

5.-  El Imperio Ruso

Durante todo el siglo XIX, Rusia se mantuvo al margen de las corrientes liberales y burguesas que transformaron Europa occidental. Los zares conservaron su poder absoluto aliados a la iglesia ortodoxa y a una aristocracia que mantenía la servidumbre feudal en las atrasadas zonas rurales de ese inmenso país.

Tras la guerra de Crimea (1853-1856), el zar Alejandro II comprendió la necesidad de industrializar el país, para lo cual realizó una serie de reformas liberalizadoras, comenzando por la abolición de la servidumbre en el campo (1861).

Pero el sistema de comunidades campesinas (mir) impidió que afluyeran las necesarias masas humanas a las nuevas fábricas, la clase media apenas si existía y la población urbana suponía menos de un 10% y sufría pésimas condiciones de vida. El descontento radicalizó a algunos grupos que terminaron asesinando a Alejandro II en 1881, mediante una fuerte explosión de dinamita. Sus sucesores, Alejandro III y Nicolás II suprimieron algunas reformas y reprimieron, con una policía implacable, todo movimiento liberalizador.

Desde el punto de vista territorial, Rusia experimentó una gran expansión en esta segunda mitad del siglo XIX, sobre todo en Asia (pues en América vendió Alaska a los Estados Unidos en 1867), gracias al desarrollo del ferrocarril transiberiano, y no renunció a su influencia en los Balcanes ni a la participación en los juegos diplomáticos de la época. La entrada en la Primera Guerra Mundial fue la consecuencia lógica de todo ello, lo que unido al descontento popular provocaría la caída violenta del zarismo y el triunfo de la revolución bolchevique.

 

6.- Los Estados Unidos

Tras su independencia del Imperio británico, los Estados Unidos conocieron una gran expansión territorial. Kentucky (1792), Tennessee (1796), Ohio (1803), Lousiana (comprada a Francia en 1803), Florida (comprada a España en 1819), Texas, Nuevo México y California (tras vencer a México en 1848) y Alaska (comprada a Rusia 1867) fueron algunos de los hitos de este avance en sus fronteras. El poder militar, la colonización masiva de los nuevos territorios y la construcción del ferrocarril fueron los factores decisivos de esta expansión.

espacioPero en 1861, siendo presidente Abrahan Lincoln, chocaron los intereses contrapuestos de los Estados del Norte, de carácter cada vez más industrial, con los del Sur, que basaban su economía en las plantaciones de algodón cultivadas por esclavos de origen africano. Los plantadores sureños querían vender su mercancía a Inglaterra, mientras que los industriales del Norte necesitaban el algodón y las materias primas del Sur para desarrollar su industria y rechazaban decididamente la esclavitud.

La Guerra de Secesión (1861-1865) finalizó con la victoria de los federales del Norte, que utilizaron la destrucción sistemática de las plantaciones y el bloqueo de los puertos confederados del Sur.

Desde ese momento quedó fortalecido el poder federal central y la economía recibió un enorme impulso en todos los aspectos (producción modernizada, potente mercado interior, sólida actividad bancaria, buena red de transportes, etc.) hasta convertir a los Estados Unidos en una gran potencia económica ya a finales del siglo XIX. En 1898 arrebataría a España los restos de su imperio (Cuba, Puerto Rico, Filipinas). El siglo XX marcaría su consolidación definitiva como primera potencia mundial.

7.- Japón

Desde principios del siglo XVII y durante la mayor parte del siglo XIX, el régimen feudal (shogunato) de la familia Tokugawa había impedido que Japón tuviera casi cualquier relación con la modernización que se estaba produciendo en todo el mundo.

La extensión del comercio colonial dentro de las islas, protagonizada inicialmente por los holandeses, después por ingleses, rusos y norteamericanos, generalizó el descontento entre diversos señoríos que, capitaneados por el emperador MitsuHito, desposeyeron al último shogun y realizaron en 1868 la revolución Meiji, al estilo de las revoluciones burguesas occidentales. La constitución de 1869 inició el camino de un Japón no sólo abierto a Occidente en lo comercial y cultural sino dinámico desde el punto de vista demográfico, competitivo en el terreno industrial y expansivo territorialmente.


 
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